domingo, 26 de febrero de 2017

RESEÑA #6: It Ends With Us

15:06:00 2
¡Hi there!
Es la primera vez que leo una historia de esta autora, me la recomendó mucho una chica ¡Gracias por insistir en que la leyera! Y pues aquí estoy trayéndoles esta reseña de una historia que… mejor empecemos :))

Autor: Colleen Hoover

 SINOPSIS 

A veces, la persona a quien más amas es la que más te lastima.

Lily no siempre lo ha tenido fácil, pero eso no la detuvo de esforzarse por la vida que ella quería. Ha recorrido un largo camino desde el pequeño pueblo de Maine donde creció: se graduó de la universidad, se mudó a Boston y comenzó su propio negocio. Así que, cuando siente una chispa con el hermoso neurocirujano llamado Ryle Kincaid, de repente todo en la vida de Lily parece casi demasiado bueno para ser verdad.

Ryle es autoritario, terco, y tal vez incluso un poco arrogante. También es susceptible, brillante y tiene una debilidad por Lily. Y la forma que luce en bata definitivamente no es mala. Lily no puede sacárselo de la cabeza. Pero la aversión total de Ryle hacia las relaciones es inquietante. E incluso mientras Lily se encuentra convirtiéndose en la excepción de la regla de “no citas”, no puede evitar preguntarse qué lo llevó a eso en primer lugar.

En las preguntas acerca de su nueva relación la desbordan, también lo hacen los pensamientos de Atlas Corrigan, su primer amor y una conexión al pasado que dejo atrás. Él fue su espíritu gemelo, su protector. Cuando Atlas aparece repentinamente, todo lo que Lily ha construido con Ryle se ve amenazado.

Con esta novela audaz y profundamente personal, Collen Hoover entrega una historia desgarradora que le abre un camino nuevo y emocionante como escritora. Combinando un romance cautivador con un reparto de personajes demasiado humanos, It Ends With Us es un cuento de amor inolvidable que conlleva un precio altísimo.

 OPINIÓN PERSONAL 

Ahora sí, It Ends With Us es una historia realista y conmovedora, esos serían los adjetivos perfectos para describirla. 


Debo admitir que no sabia si hacer este post, ya que aun sigo sin saber como desarrollar todas las ideas y pensamientos que esta historia me trajo, más sentí la necesidad de que si alguna persona no supiera sobre este libro, corriera y lo leyera, ya que de una digo que vale la pena leerlo.

No quiero hacerles un resumen como tal de este libro, ya que quiero que lo lean y tengan su propia percepción de ésta más puedo decir que uno de los libros más humanos que he leído.

Los elementos que posee lo hace una montaña rusa emocional: el amor, las decisiones, el pasado y el dolor, sientes cada emoción y se puede notar que la autora dejo todos sus sentimientos plasmados en este libro, además admitió ser un libro muy intimo para ella, y el que CoHo haya abierto sus pensamientos mas profundos y haya escrito esto merece más de un reconocimiento.

Para mí es muy importante que lean este libro sin saber absolutamente nada adicional a lo que ya se lee en la sinopsis ya que los pensamientos sobre esta historia pueden ir cambiando, hay puntos en los que no sabes que pensar y en los que te detienes a ver si es real lo que sucede y aunque sigue siendo “una historia más”, el tema es algo que sucede en todo el mundo y creo que la autora fue muy valiente al escribirlo y con la calidad en que lo hizo, sin palabras.

Sentí en varios momentos como la piel se me erizaba y al terminar de leerlo sentí la necesidad de acostarme en mi cama y reflexionar sobre lo leído. Nunca una historia me había hecho pensar tanto, pensé que era una “historia rosa” más pero traspasa eso a grandes niveles.

Sin duda leeré más historias de Colleen Hoover, siento que su escritura es tan fresca y con cada letra escrita te transporta al mundo que crea, es tan directa y precisa más te deja unos mensajes hermosos a través de sus palabras.

Sólo puedo decir que amaras a cada personaje al iniciar la historia y con el transcurso de tu leída es tu decisión ver si lo seguirás amando, sí, en singular. 

Reirás, te enamoraras, te preocuparas y hasta cabe la posibilidad que llores. It Ends With Us es un libro que va más allá del amor, es un libro sobre la valentía, sobre la superación personal, un libro donde las decisiones que tomas juegan un papel importante en tu felicidad.

 “Los ciclos existen porque son dolorosos de romper. Se necesita una cantidad astronómica de dolor y valentía para interrumpir un patrón familiar. A veces parece más fácil seguir corriendo en los mismos círculos familiares, en lugar de enfrentar el miedo de saltar y posiblemente no aterrizar de pie.” 

Posdata: Amo a Atlas

 Puntuación: 5/5

lunes, 20 de febrero de 2017

Cuando muere un ángel ~Quimey Tedesco [ganador, concurso para escritores]

14:32:00 2
Miro hacia abajo. La gente camina en el salón como perdida, muchos miran alrededor con pena, tal vez con una especie de sentimiento ajeno, como si ese no fuera su lugar pero debieran permanecer allí de todas formas. En las sillas a los lados, como escondidos, algunos lloran. Puedo ver los movimientos convulsos de sus espaldas, los ojos rojos, hinchados; se cubren con las manos como si quisieran esconder alguna pena. No sé si piensan que llorar es una vergüenza o si creen que sus sentimientos son demasiado íntimos como para dejar que cualquiera los vea reflejados en su rostro. No es fácil mostrar al mundo un pedazo de alma. Floto sobre ellos. A veces no comprendo esa imposibilidad que tiene esta raza de despegar los pies del suelo, no pueden volar, no pueden ir más allá de donde sus pies puedan llevarlos, me hacen sentir claustrofobia. Sin embargo, hay otras cosas acerca de ellos que sí entiendo. Me detengo sobre un niño. Es pequeño, no puede tener mucho más de 4 o 5 años. Va de la mano de su madre y mira con ojos llorosos el cajón frente a él. Con la mano libre se limpia las lágrimas y aspira fuerte por la nariz. — Mami ¿por qué no se despierta papá? Quiero jugar con él. La madre lo mira. Ella no llora, pero tiene marcas muy profundas bajo los ojos hinchados. Su rostro en conjunto es la viva imagen de la desgracia. Creo que nadie en el salón se atreve a acercarse a ella, los que lo hacen se refugian bajo una imagen de solemnidad. La tratan como si pudieran romperla, pero yo creo que si no se rompió antes, nada que puedan decirle o hacerle va a romperla ahora. O tal vez ya está rota y ha pegado los pedazos para que no se muevan. — Papá no va a despertar— replica con voz dulce. Su rostro no refleja sentimientos, sin embargo. — ¿Por qué no, mamá? — el niño tira de su manga— ¿por qué no puede despertar papá? La mujer inspira hondo y cambia su expresión por una más conciliadora. Se arrodilla al lado de su hijo y habla con una sonrisa. — Papá ya no está aquí, se fue al cielo. — ¿Cómo? — Abre los ojos grandes y sus labios esbozan una expresión de asombro— ¿se fue volando? — Sí—sonríe ella y le abraza—, papá se fue volando al cielo. Su alma se convirtió en un ángel que nos va a cuidar desde arriba— por su mejilla resbala una lágrima casi imperceptible. — Pero ¿por qué dejó el cuerpo aquí?¿por qué tuvo que irse? — Papá no podía volar con su cuerpo haciéndole peso, así que lo dejó aquí para que nosotros pudiéramos enterrarlo y recordarlo y se fue con Dios. Algún día, cuando ya seas viejo, vas a ir con él—sonríe. Sé que ella misma no cree en sus palabras, pero el rostro del niño parece iluminarse por un segundo con la idea. Yo también sonrío. Me alejo a un rincón apartado de las personas. Cuando paso entre ellos, algunos parecen sentir mi presencia; se apartan de mi camino casi sin darse cuenta. Sé que no me ven, son incapaces de hacerlo. Mi raza puede verlos a ellos pero la suya no puede sentir más que una intuición. Es como si para ellos yo fuera algo intangible, puedo atravesarlos y ellos no sentirán más que un escalofrío. Tal vez no pueden percibir la materia de la que me conformo, tal vez sólo soy energía, y puede que por eso pueda volar. Me impulso hacia delante con las alas y mantengo silencio mientras el hombre de hábito negro comienza esa ceremonia extraña en la que pretende comunicarse con Dios. No me escucharían si hablara, pero algo me hace querer seguir ese ritual de respeto. Me da curiosidad, él le habla a Dios. Esa religión habla de Dios relacionado con los ángeles, de nosotros como los guardianes del cielo y la mano derecha de Dios. Pero yo no conozco a Dios, creo que ninguno de nosotros lo ha visto nunca. Él es como un mito, y es extraño que tantas razas lo conozcan o crean conocerlo. También es extraño cómo los humanos intuyen nuestra existencia sin nunca habernos visto. A veces pienso que son mucho más inteligentes e intuitivos de lo que mis compañeros creen. Recito los cánticos extraños de esa ceremonia humana que he aprendido, principalmente por curiosidad. Luego me acerco al niño que mira con ojos grandes al cajón donde se encuentra el cuerpo de su padre. Me coloco junto a él y, con un poco de recelo, acaricio su cabello en un acto de profunda ternura. Me compadezco de él tanto como me compadezco de mí. El niño da vuelta la cabeza en un acto reflejo y me mira. Siento su mirada penetrante en la mía por un fragmento de segundo, luego parpadea y parece desenfocar los ojos, ya no me ve. Pero me vio. Algo similar a un escalofrío me recorre el cuerpo, como una alteración en cadena de mi energía. Miro hacia otro lado y me alejo del lugar flotando. Salgo hacia la noche a través del techo del edificio y hago un esfuerzo por juntar mis moléculas para poder sentir el aire en el rostro. Me alejo a velocidad, ni siquiera sé lo que pasa junto a mí. Soy como una flecha invisible de luz. Me detengo de pronto. Allí está. Desciendo lentamente de entre las nubes para flotar sobre un extenso campo y miro con nostalgia al lugar donde reside. Me arrodillo justo al lado sin que mis piernas toquen el suelo -eso sería una gran catástrofe teniendo en cuenta que soy pura energía- y alargo un brazo para rozar esa luz tintineante que emana del suelo y que sólo los ángeles y algunos animales podemos ver. Cuando uno de mis dedos se encuentra a menos de un centímetro, la luz hace una chispa y yo me propulso hacia atrás violentamente. Me acerco de nuevo y caigo sin ganas de pasar por todo esto que parece significar vivir. Ya ni siquiera puedo tocarle. Los recuerdos son como cascadas de energía. Creíamos que compartíamos una hermosa amistad, si es que eso existe para mi raza, pero se fue muy rápido, ni siquiera hacía un siglo que compartíamos nuestra existencia. Realmente no sé qué éramos. Sólo sé que cada vez que le tocaba, que estaba en su presencia, todas mis moléculas se estremecían y vibraban. Creo que le pasaba igual. Pero ya ni tocarle puedo, y eso me mata, es como un sentimiento oscuro que atraviesa todo mi cuerpo, iniciando desde mi pecho, y que me deja inmóvil, inútil. <> murmuro proyectando mis pensamientos tan sólo a la luz, único recuerdo físico que me queda de lo que éramos. No sé cuánto tiempo me quedo de manera estática, los ángeles no tenemos una verdadera noción del tiempo. Pero cuando oigo un chasquido y miro al cielo, a toda esa extensión tan vasta que recorremos todos los días, no puedo evitar proyectar mi voz quebrada a todos los ángeles del universo para preguntar algo que sé que nadie va a responderme: <> El silencio infinito se oye como respuesta. Una estrella fugaz surca el cielo negro, apagado. Y todo parece brillar. <> pienso, y salgo como una flecha en su búsqueda. [Ganadora del primer lugar. Instagram: @quimeytedescooroquieta Wattpad: Quimey05]

23 de Febrero ~Jonatan Agosta Di Raimondo [1° lugar, concurso para escritores]

14:08:00 0
Cuando desperté había un chico delante de mí con un libro, en la tapa tenía impreso el dibujo de un cerebro color gris oscuro. Él decía que estaba para ayudarme y que una vez que me dieran el alta iba poder irme a mi casa. Lo único que sabía es que estaba muy cansada y que estaba en un hospital; tenía hambre y él me trajo un plato de comida. Le pregunté si trabajaba en el hospital y me dijo que no; Al rato llegó mi mamá y fuimos a casa donde pude descansar. Me sentía cómoda, pero había cosas que no estaban como las había dejado, le pregunté a mamá y me explicó que estábamos en casa de la tía pero que me sintiera como en casa. También le pregunté por qué estaba en el hospital y me dijo que era un control de rutina, pero que más adelante me explicaría mejor. Eran vacaciones y pasaba la mayor parte del tiempo en el patio con Lury, mi perro. Mamá y la tía arreglaban las plantas y acomodaban el jardín. En ese momento sonó el timbre, abrí y era el chico del hospital. Él me saludó, agarró a Lury y se sentó en las sillas del jardín. Tenía miedo pero me sentí bien cuando empezó a hablar con mamá con tanta naturalidad. Al finalizar la tarde, había hablado mucho con él, me contaba que estaba en la facultad estudiando y que tenía una compañera que se sentaba con él con quien se llevaba muy bien y que cada vez que se reía de algo apoyaba su cabeza sobre su hombro como gesto de felicidad. Cada vez que venía, me contaba algo diferente de lo que le pasaba en sus días de estudiante con aquella compañera. Un día por la mañana, cuando desperté, me di cuenta que habían cambiado de lugar un mueble donde guardaba mi ropa, le pregunté a la tía en qué momento lo hicieron y me dijo que siempre estuvo ahí. Observé que faltaba mi cajón en donde guardaba notas, discos de música, fotos y un pequeño ukulele. Cuando llegó mamá le pedí una explicación y me dijo que me tranquilizara. En ese momento también me acordé y le pregunté por qué estaba en el hospital. Empecé a tener miedo porque no tenía las respuestas que buscaba. De repente, me di cuenta que la casa en donde viví estos últimos veintidós no era la mía. Llorando me desplomé en el piso sin saber dónde estaba ni por qué había sucedido. Ese mismo día por la tarde llegó el chico con quién había hablado la última vez, sin preguntarme estábamos en el auto rumbo a un lugar que ni siquiera sabía donde era. Cuando llegamos, bajé del auto y sentí una brisa de aire puro que venía del parque que tenía delante de mí. Respiré profundo y lo miré a él. —Judy, este es el lugar donde venía con la chica que te contaba, acá pasábamos tardes enteras haciendo alguna tarea, disfrutando del aire cálido de verano, de los árboles altos movidos por la brisa y las hojas que parecían pequeñas manos moviéndose, del pasto donde poníamos una manta de cuadros color rosa. Tomábamos un jugo de naranja que preparaba, dejábamos las zapatillas a un costado y frotábamos los pies en el pasto dándonos un masaje relajante. Componía canciones y a la vez tocaba un ukulele, no parábamos hasta ver cómo caía el sol hasta hacerse de noche. Una tarde de esas, vimos como llegaba una nube inmensa de agua mostrando los relámpagos y la fuerza de la naturaleza. Ese día la llevé a su casa, mientras yo volvía se había largado a llover. Pasaron las horas y durante la madrugada, la tormenta empeoraba. Sabía que en donde vivía ella se estaba desbordando el arroyo. No dude en ir a buscarla. Llegué, dejé el auto y empecé a caminar intentado surcar el agua. Cuando estaba en la casa el agua llegaba hasta mi cintura, abrí la puerta a golpes, miré hacia adentro y veo a ella acostada en el quinto escalón de la escalera, la alcé y la lleve al auto. —y esa tarde estábamos acá, sentí la humedad del aire y tu boca sobre mis labios, y tus manos rosar la mías. Tus ojos, tu mirada… —Cuando llegué al hospital el doctor me dijo que había un noventa y tres por ciento de probabilidad de que no recordaras nada pero un siete por ciento es suficiente para volver a conectar con lo que siempre fuiste, auténtica, hermosa, Judy. [Ganador del primer lugar, Twitter: jonatan_brownn Instagram: joni_adr]

Madera y Piel ~Jos Mora [2° lugar, concurso para escritores]

14:03:00 0
El séptimo piso de la biblioteca era su favorito. Allí pocos subían, así que podía estar en completa tranquilidad. Sólo lo acompañaba la fiesta de silencio que proviene de los libros. Tenía la fortuna de que una biblioteca tan grande estuviera cerca de él, y lo había aprovechado desde el primer momento en el que pisó su interior. La afinidad que sentía por los libros podría ser catalogada como enfermedad por el grado de emoción y excitación que le provocaba tener uno de esos objetos en las manos, y al abrirlos, en la mente. Cada uno de esos libros, se acomodaba en su interior mientras los absorbía. Uno a uno lo iban formando, cada uno constituía una pieza en la gran construcción del ser en que se convertía día a día. Había libros que se acomodaban como cimientos que daban fuerza, otros en cambio hacían de decoración, porque los monumentos además de fuertes merecen ser hermosos. Las líneas del libro que estaba frente a él pasaron por sus ojos sin llegar a su cabeza. Tenía la imaginación inquieta debido a los recuerdos de algo que aun no sucedía, pero su imaginación ya había estado en el lugar y en el momento que ahora se repetía sin cesar dentro de él. ¿Cómo era posible que algo lo hubiera hecho apartar la imaginación de las letras? Porque era un hecho que los ojos no se separaban del contraste blanco amarillento de sus amigos los libros, pero la imaginación seguía renuente, atrapada en ese loop. Levantó la vista hacia los estantes grises en los que dormían sus amigos a la espera de que alguna mente inquieta los despertara. Sintió un poco de frío, así que decidió cambiar de lugar. Caminó hacia los grandes ventanales que había hacia el final de la biblioteca, hacia el oeste, donde esperaba robar un poco de calor a los últimos rayos de sol. Se movió con las mismas imágenes en la mente. Desde la noche anterior se había activado el modo automático en su cuerpo, para dejar a su mente deleitarse en la chelista del concierto al cual no había querido asistir. Su teléfono había sonado dos días antes y allí comenzaba la desgracia. Tenía el aparato para emergencias y odiaba que sonara mientras leía. Lo sacó del bolsillo con el ceño fruncido y leyó el nombre de "Romina" en la pantalla. —¿Vas a salir mañana conmigo? —¿Es muy necesario? —Lo prometiste. Es mi cumpleaños. Suspiró cuidando que no se escuchara por el micrófono. —Está bien ¿A donde iremos? —se rindió él. —Tengo boletos para un concierto. Bajó la cabeza y frotó su frente mientras suspiraba. Prefería estar en un ambiente tranquilo, con pocas personas, inmerso en alguna idea o pensamiento, o mejor aún, metido en un libro. Y como si Romina hubiera visto su reacción dijo. —Ernesto, han pasado más de dos cumpleaños desde que me prometiste que festejarías conmigo. Eres mi hermano y ya no te veo ni en navidad. —Debiste llamar antes, tu cumpleaños es mañana y yo... —No aceptaré un no. Pasó por ti a las 6. No me decepciones. —colgó sin dejarlo decir nada. Ernesto se dedicó el resto del día a leer y se acostó temprano. Despertó tarde como siempre y escribió la columna literaria para el periódico en el que trabajaba. A las 5 con 12 alguien llamó al timbre. Hasta entonces recordó que un día antes había hablado con su hermana Romina para salir con ella por su cumpleaños. Apretó un botón del aparato para preguntar quién era. "Ábreme" dijo la voz imperativa de su hermana al otro lado y después apretó otro botón para abrir la puerta principal del edificio donde vivía, dejó la puerta de su departamento abierta y corrió a la ducha. Mientras se duchaba Romina tocó la puerta del departamento, él sólo gritó que estaba abierto y se apresuró a bañarse. Sabía que su hermana estaría inspeccionando el lugar esperando encontrar algo interesante, pero las cosas que eran interesantes para Ernesto no eran interesantes para los demás. Su hogar era muy austero. Al entrar uno se encontraba de frente con un sillón para tres personas que alguna vez siendo nuevo tuvo color vino intenso, ahora se veía deslavado y cansado al final de la habitación. En frente del sillón había una mesa para café, que no combinaba con nada, era color hueso y la superficie era un mapamundi de manchas de café, tinta, comida y cenizas. Del lado derecho un mueble antiguo de tres patas sostenía un fonógrafo, era lo más lujoso que había en la habitación. Hacia la izquierda estaba la entrada a una pequeña cocina, en la que sólo cabía el refrigerador, la estufa, y una alacena. Todo parecía tener ya algunas décadas acumuladas. Dos pasos después de la cocina, un pasillo estrecho llevaba al baño y a dos habitaciones, una era la recámara de Ernesto y la otra era un intento de estudio donde tenía cajas amontonadas que contenían periódicos y libros viejos que hace mucho no leía, también había un librero que a lo mucho tenía una docena de libros. A pesar de su bibliofilia prefería pedir prestados los libros a la biblioteca que comprar los suyos, pensaba que el conocimiento encerrado era un desperdicio. Sólo guardaba los libros que realmente disfrutaba releer y los que tenían algún significado sentimental. Romina vio todo esto y sintió que el que vivía allí era un anciano y no su hermano, jamás había visto antes su hogar, pensaba que vivía mejor, que era un intelectual bien pagado ya que trabajaba en el periódico de mayor circulación. Pero a pesar de que Ernesto ganaba bien, disfrutaba de vivir así. Romina se sentó en el viejo sillón y gritó. —¡Sabía que no ibas a estar listo, por eso llegué temprano! Ernesto no contesto y se apresuró a vestirse. No tardaría mucho, sólo tenía un traje para las ocasiones especiales, que solían ser muy periódicas y siempre lo tenía ya listo. Cuando salió, vio a Romina intentando hacer funcionar el fonógrafo, se veía realmente atractiva. Un vestido de noche negro marcaba su delgada silueta, el cabello castaño desafiaba su ondulación natural y caía lacio hacia sus omóplatos descubiertos, llevaba pendientes de perlas que le hacían brillar aún más los grandes ojos color miel, el labial era un rojo intenso que siempre iba bien con su piel latina. Una mueca que pretendía ser una sonrisa se le formó al ver a Ernesto. —¿Esta cosa usa electricidad? —Dijo, dirigiendo sus ojos a Ernesto. —Hola Romina. Su hermana se acercó a acomodarle el moño torcido que llevaba en el cuello. Lo miró y pensó que si se afeitara mejor y encontrara un buen peluquero, ninguna chica se le resistiría. —Debemos irnos o llegaremos tarde. El evento es a las 8 pero uno ya no sabe con el tráfico de esta ciudad. —¿Estoy bien vestido para la ocasión? —preguntó sin mucho ánimo. —¿Por qué no lo estarías? —No sé de qué tipo de música es el concierto y pensé que estaba vestido muy formal hasta que te vi. Debo decir que es una excelente coincidencia ya que no cuento con mucha más ropa. Su hermana sonrió como si hubiera escuchado hablar a un niño inocente queriendo ser grande. —No te preocupes, estás perfecto. Salieron del edificio y subieron al lujoso coche de Romina. A Ernesto le sorprendía que pudiera manejar con semejantes tacones. Él nunca había aprendido con zapatos normales y le parecía una proeza que su hermana lo hiciera de una forma tan natural. Llegaron al teatro 11 minutos antes de las 8, no se veía mucha gente. Los carteles anunciaban un concierto de música clásica con la orquesta de la ciudad. Le sorprendió que una mujer joven como su hermana escuchara música clásica y no podía imaginar que la disfrutara. A las ocho en punto se abrieron las puertas y las pocas personas que habían llegado entraron parsimoniosamente. Ernesto y Romina se acomodaron en la tercera fila. —Se supone que en esta fila la acústica es mucho mejor—le dijo ella sonriendo. —No sabía que te gustara la música clásica, y menos este tipo de eventos. —se atrevió a decir Ernesto. —Es obvio que no sabes mucho de mí, hermano. Pero tienes razón en parte, hace algunos meses, pensaba en algún lugar que te gustara para que fuera más fácil pasar tiempo contigo, así que pensé en la música clásica y la orquesta. Investigué un poco en Internet y decidí que era buena opción. Desde entonces he estado escuchando música clásica y le he tomado el gusto. —Pero es tu cumpleaños no el mio, deberíamos hacer algo que te guste a ti—ella volvió a reír como antes. —Quería pasar tiempo contigo, y esto me gusta—lo abrazó del brazo y recargó su cabeza en su hombro. Ernesto escuchaba en el fonógrafo un disco de baladas en inglés que le había regalado un viejo amor, tenía un par más de música de la década de los sesentas, pero las pocas veces que escuchaba música repetía el disco de las baladas. La música clásica no le molestaba pero no tenía ningún conocimiento de ella. El telón se abrió a las 8 con 15 y un carismático maestro de ceremonias se encargó de la parafernalia previa después la orquesta comenzó a tocar bellas melodías que eran completamente desconocidas para los dos hermanos. Romina intentaba parecer interesada y movía las manos imitando al director de la orquesta. Ernesto a veces no podía disimular los bostezos. Cerca de las 9 el maestro de ceremonias apareció sobre el escenario. —Y por último, para todos ustedes, la orquesta juvenil de la ciudad de México se enorgullece en presentar a la ganadora internacional de interpretación en violonchelo... ¡Alana Jasso! El maestro de ceremonias hizo una caravana con los brazos y la señaló de entre los miembros de la orquesta. Se levantó una joven delgada de piel blanca y labios rosas. Con el cabello negro recogido en un chongo elegante. En el centro del escenario ya la esperaba un chelo ámbar barnizado que brillaba como nuevo, del cual sobresalían bien definidas las cuerdas. Alana llevaba en la mano el arco con el que iba a tocar. Sus pasos eran firmes y elegantes, sus tacones sonaban por todo el recinto. Sonreía al caminar hacia su compañero de madera con el cual dejaría tatuada esa noche en la memoria de Ernesto. Cuando llegó al chelo le dio las gracias al maestro de ceremonias que detenía el instrumento y que le acercaba el banquillo. Su voz era ya en si misma una canción, con el volumen y la dicción perfecta para que Ernesto diferenciara la pronunciación de cada sílaba. Se sentó detrás del chelo, puso las manos delicadamente sobre él, con un amor que a más de uno en el público le habría gustado sentir. Ernesto estaba embelesado ante tal escena aunque la chica aún no comenzaba a tocar. Posó el arco con la mano derecha y los dedos con la izquierda sobre las cuerdas del chelo, suspiró, cerró los ojos, movió las manos y las notas nacieron con la misma belleza que nace el sol al amanecer. Llenaron todo el lugar. Entraron a los oídos de Ernesto y recorrieron cada poro de su piel, apretujaron sus órganos, erizaron sus bellos y le enderezaron la espina dorsal. Nunca había tenído una experiencia como esa. Para él sólo podía ser comparable con un orgasmo y aun así creía que lo sexual se quedaba lejos de aquella bella sensación. Sus pupilas se dilataban ante la imagen de Alana haciendo el amor con su chelo. Mujer e instrumento eran uno. Era difícil para Ernesto ver donde terminaba uno y comenzaba el otro. Quería que la música nunca terminara. Quería esa sensación extrema rodeándolo hasta que lo matara. Que se le metiera en los pulmones y lo ahogara con una sonrisa en los labios. Cuando la orquesta comenzó a acompañar a Alana, Ernesto salió del trance. Recordó dónde estaba y lo que hacia allí, y miró alrededor apenado de que alguien se hubiera dado cuenta de su estado, pero todos estaban hipnotizados. Regresó su vista a Alana y no la apartó hasta que se cerró el telón. Cuando salieron del teatro no podía borrar la sonrisa que Alana y su chelo le habían pintado en el rostro con notas musicales. Miró a Romina y descubrió que había llorado, quizás en esa última pieza. Regresaron en silencio a casa, digiriendo todavía la experiencia. Él la invito a pasar, pero ella se negó alegando lo tarde que era. Su esposo e hijos la esperaban. Ernesto la abrazó y le besó la mejilla. Ella hizo lo mismo y le dijo que debían repetir más a menudo esa noche, él asintió con la cabeza, bajó del coche y se metió en su hogar. Durmió como nunca lo había hecho, profundamente. Soñó que era el único espectador del espectáculo, que era el aire, el telón, el banquillo, el arco, y por último el chelo, y que Alana le hacia el amor melodiosamente con las manos sobre él. Había estado todo el día en la biblioteca sin encontrar concentración. Sus amigos los libros no fueron tan bellos como para traerlo de vuelta. Intentó leer varios pero no logró despertar a ninguno. Ahora estaba sentado, en el lado oeste de la biblioteca calentándose con los últimos rayos del sol pensando en como hacer suya a Alana para siempre y poder ver su extraordinario espectáculo otra vez cuando la respuesta le atravesó la mente como una bala de rifle. Pero ¿en verdad podría así repetir la experiencia? No lo sabía pero debía intentarlo. Así que se ajustó en el asiento, miró cómo el sol moría tras el horizonte y suspiró esperando que diera resultado. Entonces comenzó a escribir... "El séptimo piso de la biblioteca era su favorito. Allí pocos subían, así podía estar en completa tranquilidad..." [Ganador segundo lugar, @chicodelibros (Instagram y Twitter)]